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Postura teórica I

Hago primero la sutil advertencia —a arquitectos, teóricos y estudiantes emancipados—: Esta postura teórica no planeo comprometerla a un proyecto inmediato o, cuando lo haga, siquiera a un proyecto específicamente arquitectónico ya que es una postura y un plan de acción para enfrentar un proyecto de diseño, nunca intentará ser un proceso dogmático con una metodología definida —esa viene después, primero hay que entender el proceso de creación de cada diseñador—, esa se obtiene personalmente y de acuerdo a las necesidades de un proyecto específico.

Es una postura concebida a través de la poca experiencia obtenida en, digamos, mi vagar por muchas áreas del diseño —arquitectónico, de interiores, industrial, gráfico, tipográfico, textil, colaboración incluso en algún proyecto artístico— y al encontrar tantos puntos en común, sucede que comienzo a encontrar ciertos elementos rectores, también con ayuda de no pocas conversaciones informales; algunas de horas, otras tantas sucintas.

Ya que es una postura algo compleja de desarrollar de manera compacta por la forma en que ha sido adquirida, planeo desarrollarla en varias entradas.


Comencemos como primer tema con los paradigmas y su caducidad.

Este primer tema que, más que iniciar un proceso, se refiere a terminar con aquel bache que se llama paradigma. No digo que se deban ignorar, se deben asimilar y nunca tomar sus componentes como paradigma de diseño, nunca hay que seguir el lineamiento por el mero hecho de que sea un paradigma. Lo único que se debe tomar de los paradigmas es aquello útil.

Basta ya con el paradigma de la modernidad en la academia, peor aún, el paradigma de la posmodernidad está llevando a la ruina todo proceso creativo por la forma en que se ha manejado: como libertad total y berrinche anti-moderno antes que como una forma de plantear una nueva linea metodológica que pudiese llegar a ser un punto de partida para todo diseñador (pienso que en mi planteamiento pudiese intentar lograr eso… pero no, no lo creo) y crear una referencia cultural tan fuerte como la modernidad; cosa que, claramente, no se logró ni logra ni logrará con la posmodernidad.

Cada paradigma y corriente conceptual tiene un ciclo de vida muy claro: concepción, ruptura, apogeo, declive, revival y abandono.

Concepción: Sucede dentro de una corriente anterior, durante su etapa de declive y con la necesidad de creación de una postura adecuada a las necesidades de la sociedad de aquel momento que la postura anterior no es capaz de sustentar ya.

Ruptura: Cuando la corriente comienza a tomar fuerza y logra demostrar ante la sociedad expectante que es capaz de sostener sus necesidades mediante los postulados y obras que sustentan su bandera.

Apogeo: Es la etapa donde comienza la muerte de la misma postura ya que al no sostener un diálogo con otras propuestas comienza a perder claridad y convertirse en un paradigma, una solución preconcebida que evitará el análisis de la problemática real.

Declive: La postura ha caducado y comienzan a nacer nuevas ideas, frescas, con capacidad de sostener lo que ésta postura ya no puede y nace un diálogo entre ambas, es el último momento en que dicha postura será capaz de reconfigurarse y sobrevivir.

Revival y abandono: La última fase sucede cuando una postura no logró una reconfiguración y otras propuestas han tomado ya su lugar, llega un momento en el que, después de un primer abandono, algunos retoman sus postulados como nostalgia histórica y al comprobar que realmente no es más que un pastiche histórico terminan por abandonarla y se vuelve caso de estudio teórico sin sustento práctico.

Éste ciclo de vida muestra cómo cualquier planteamiento debe evitar caer en la idea de la infalibilidad de sus premisas, cuando ello sucede se pierde la claridad entre vida y teoría; cuando sucede aquello, es claro que un postulado, fuese tan bueno como pudiera ser capaz, no podría sostener un ejercicio proyectual consecuente con las necesidades sociales. Que esto esté sucediendo actualmente en la academia arquitectónica es clara muestra del matrimonio que muchos docentes han contraído con ciertas ideas y su necedad a ponerlas en perspectiva y demostrar que son incapaces de satisfacer a la sociedad actual.

Con esto no entro aún en el proceso proyectual que he adoptado, sino que busco aclarar la premisa principal de tal postulado:

No buscar un proceso dogmático, sino un proceso especulativo en su misma naturaleza, sin buscar un planteamiento estético lograr una experiencia estética y poética al explorar nuevas premisas proyectuales como:

  • Un proceso basado en la experiencia estética no visual del usuario.
  • Un lugar vivido a través de sus ambientes.
  • Un concepto capaz de sustentar un proyecto configurado mediante planteamientos de vida y no de lenguaje.
  • Un lenguaje abstracto que no aleje la atención de lo verdaderamente importante del proyecto.
  • Una solución primordialmente social y no económica.
  • Un diseño integral especulativo, nunca preconcebido.

Con estas premisas pienso ser capaz de desarrollar los siguientes temas:

concepto, materia, lenguaje y sociedad.

Supongo que serán cinco entradas en total, mas puede que no, eso sería cerrar el campo especulativo y el constante crecimiento de la postura.

Finalmente invito a que comenten y me digan si en algo puedo estar errado, en algo que no he mencionado, alguna falacia, alguna aportación, cualquier cosa que sea capaz de ampliar dicho postulado, aún sin nombre.


¿Qué sucede cuando después de una época de poca carga de trabajo llegan las vacaciones?

Cuando antes dormías a las 4 o 5 de la mañana y te levantabas a las 10 para llegar a las 12 a tus actividades —que ya de por sí es un horario algo extraño—, llegan vacaciones y ya no tienes que levantarte a las 10 y el horario comienza a avanzar y las horas de sueño a recuperarse y llega el punto.

Dormir de 9 AM a 5 PM…

Es la antítesis del trabajo, dormir en horarios de oficina… Es lo mismo que muchos hacen en su trabajo, la única diferencia es que tienen los ojos abiertos y les pagan por ello T_T

Irónicamente es cuando siento que más he trabajado en lo que va del año —pena debería darme decirlo en público—, he acuareleado, dibujado, croqueado, leído bastante, comenzado a definir un planteamiento teórico propio —ahí luego hablamos de eso—, ampliado mis redes sociales, comenzado a apreciar la poesía —antes no lo hacía, no por falta de aprecio, sino por una extraña aversión patológica—… en fin tantas cosas…

El punto aquí es que necesito arreglar este desastre de vida que llevo, no porque no me siente bien sino, porque creo que no funciona con el mundo de la arquitectura —y eso ya está cabrón, es casi requisito no dormir para poder sacar los proyectos de la forma más incoherente posible—, y si no puedo adecuarme al mundo de la arquitectura; menos podré hacerlo al mundo real (arquitectos, no neguemos que vivimos en otro mundo donde creemos que la gente realmente pagaría por nuestros malviajes U_U)

La gran pregunta que queda:

¿Cómo fregados recupero un horario de sueño decente manteniendo las ganas de trabajar que llegan sólo en la noche?

Si alguien lo sabe, por favor que lo diga… o en su defecto, una sugerencia para funcionar en el mundo real con mis actuales hábitos ^_^

En serio, sentirme extraño entre arquitectos ya suena a pleonasmo >.<

Proceso

un proceso conceptual de un coso que evoque la sensación de morada… algo corto el proceso aún pero como que ya ahí va, sólo faltan un par de cosas y hacerlo ya a tamaño real… >_<

…

¿A alguien se le ocurre un verbo que represente el coso?

La tautología de la arquitectura

O bien podría ser la ambigüedad del pensamiento del arquitecto…

Hablan, hablan, hablan, hablan y al final cada quien tiene su propia idea y todo está bien aunque todo está mal y realmente la interpretación final depende finalmente del usuario y no del arquitecto.

Hablan de cómo un objeto debe expresarse a sí mismo y tener fuerza al representar una idea específica… Los elementos matéricos, la intención, los sonidos, las percepciones, todo debe ser claramente representado en el objeto. Puede ser cierto, puede no serlo; al final es cierto entre arquitectos, un mismo lenguaje, una misma interpretación y sin necesidad de palabras se da a entender toda intención arquitectónica y es más que clara para el lector de espacios experimentado.

Aunque vayámonos del otro lado, ¿qué sucede con el lector incidental de espacios?

Aunque se intente presentar un espacio totalmente claro para su lectura y vivencia —según el arquitecto y los cien críticos arquitectónicos que quieran—… cómo se espera que una persona que no hable el mismo lenguaje que uno entienda que:

un muro paralelo a otro, en un acceso que crea un quiebre del flujo, intenta representar la angustia por el despliegue de la posmodernidad y la añoranza del pasado emocional de la arquitectura y que, a través de un quiebre, creará un umbral que separará  interior y exterior para finalmente enfatizar esa postura de separación del movimiento
—finalmente la idea es parte de la misma posmodernidad, pero eso es para otra ocasión… o no—

¿Cómo le dices todo eso a alguien que sólo irá a aquel espacio para hacer lo que tenga que hacer?

Más aún, el arquitecto intentará expresar eso y al final el usuario lo leerá como un par de muros que enfatizan el acceso, como un par de planos que crean un quiebre de flujo, parte del lenguaje del objeto mismo, representando la dinámica del espacio y la necesidad de crear vestíbulos tangibles en el inmueble… a ver, pausa. Todo eso está contenido en la presentación inicial de la intención y…

Ummm… ¡Carajo!… He caído en una contradicción; acabo de mostrar que puede ser cierto lo que yo mismo decía que no… XD

¿Será? ¿O sólo será que interpreto de forma involuntaria lo que aquellos muros quieren decir? Finalmente, bien que mal estoy más que atascado de este lenguaje —no digo que sea malo, no lo puede ser— y tal vez alguien que no lo esté, pudiese no entender ninguna de las anteriores y sólo ver la entrada, con muros, con quiebre, sin él, entender la vestibulación, o tal vez no, o sólo ver aquel lugar como un edificio horrible del que no entiende siquiera dónde está la entrada…

Todo este intento de evitar una explicación sucinta y aquel —tal vez dijera un psicólogo— temor a la claridad y el lenguaje directo, era para llegar a esta simple —o no tanto, pero sí corta— pregunta:

¿Cómo se crea un objeto que represente un ensueño personal —por irracional que sea— que tenga fuerza y sea claro para cualquier observador?

A veces sí puede tener algo de experimental e interesante la facultad, nomás no lo digan en voz alta.

Sea como sea el resultado de esta pregunta, al final del día la especulación es lo que me mueve… Aunque creo que, después de todo este escrito especulativo y aparentemente sin finalidad real —espero que no–, puede ser más que claro.

Flujo estático del espacio

Sólo una ventana amplia, no hay más. Aquella es la imagen que enmarcará una vista siempre cambiante, diferente cada minuto, cada segundo, una secuencia de elementos que al inicio son incoherentes, atractivos, grandes distracciones por su belleza.


Antes que caigas en cuenta te encuentras mirando la caja tipográfica de un libro que aún emana aquel aroma a tinta que tanto amas, lo abres un poco, metes la nariz y respiras profundamente y en un instante la casa se llena de aquel olor; abres los ojos y sientes que al tocar el interior de las hojas tu dedo se llenará de tinta, así que te limitas a tomarlo de los bordes limpios de la página blanquecina.


Observas el blanco de la hoja y piensas que no debería ser ese el nombre, debería ser alguno más adecuado para aquel color hueso del papel y en un instante recuerdas todos los libros que has leído y piensas en todas las sutiles tonalidades de los papeles, algunos se sienten más grises, otros más rojos, los menos memorables son puramente blancos.


Vuelves a la mancha tipográfica, comienzas a leer y mientras avanzan las lineas escuchas.


Un sonido familiar, una canción que amas, los compases avanzan perfectos con el ritmo de la lectura; por momentos vas de la música a las palabras y viceversa, te adentras en el texto cuando  la música pierde intensidad, te introduces en los acordes mientras pasas frases de transición y, también, hay momentos en que ambos descienden y haces una pausa para contemplar las imágenes que se suceden por la ventana. Observas lugares familiares, lugares desconocidos, por momentos prestas atención a la gente y sonríes cuando tu mirada se cruza con la de alguien interesante, aunque nunca lo suficiente como para sacarte de tu casa.


Mientras, te descubres acariciando la textura del papel, del piso, de la ropa… Nunca, ni un sólo momento, la música se ha detenido; toda melodía que has escuchado es agradable, incluso la más corta te trae algún recuerdo.


Continuas las páginas, los capítulos, las canciones, la música, las vistas que arroja aquella ventana, luces, sombras, todo fluye a la par; armónicamente cuando debe y también desentona cuando es necesario, el flujo es en cualquier sentido y mientras todos los elementos avanzan y piensas que te encuentras en algún otro lado te descubres en la misma posición, cada vez que piensas en ello, encuentras la misma respuesta, tú no te has movido.


Llegas a las últimas escenas del libro, avanzas a través de las últimas páginas y cuando has leído la frase final te levantas de tu asiento, detienes la música, abres la puerta que se encuentra detrás de ti y sales de la casa para revivir de alguna forma lo que has leído.


Dentro todo era penumbra y te envolvía la atmósfera del libro y la música, sales y es completamente abierto, iluminado… piensas en la ventana y las imágenes, ¿era una pantalla, una televisión? sabes que no; lo piensas un poco más y te das cuenta que lo único que cambiaba realmente en el paisaje fuera de la ventana era el tiempo. Combinado con las imágenes que se encontraban en el libro el paisaje mismo se transformaba. No cambió el árbol, no cambió la calle, no cambió nada pero todo devino a algo nuevo. Dentro de tu casa lo percibes con fuerza, mas cuando sales de ella dudas de la certeza de tu pensamiento.