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Este blog no murió, sólo sucedió que estaba replanteando objetivos personales acerca de mi interés en la arquitectura, en sus causas y cómo me afectan y cómo, eventualmente, puedo afectar en la arquitectura y los espacios que articulan ese concepto tan amplio… Estoy interesado en recuperar y transformar este interés que hasta hace un año tenía muy vivo y que me mantenía bastante activo en esto.

Todo eso era antes de haber creado este blog, cuando lo preparé estaba decayendo ese interés, afectó varios aspectos dentro de mi desarrollo como —aún no me siento cómodo diciéndolo— arquitecto; se notó en las primeras entradas… aunque no negaré que mi aversión a la academia es honesta, me agrada la forma en que lo planteó en una plática de sobremesa el —recientemente titulado— Arq. José María Bilbao a.k.a. Tite:
(…) Piensas que el obtener un título te hará capaz de realizar las cosas, hará algo diferente de tu persona, pero no es así; tener un título no sirve de nada. La institucionalización de la academia es algo inherente a las sociedades modernas; antes, cuando los grupos sociales eran pequeños, era tan simple como que si alguien decía saber sobre algo, lo demostraba haciéndolo. Ahora con los grupos de nuestra sociedad, que son inmensamente grandes, se vuelve una necesidad de que alguien acredite a la persona ante la sociedad. Es incluso ridículo; cuando vas con un plomero, un carpintero, un electricista, no te preocupas por quién dice que es capaz. Si te resuelve tu problema le pagas y listo, obtienes la certeza y esa acreditación que necesitas; claro, cuando pagas sus servicios te sale en, digamos, $150… pero cuando vas con un profesional que ha sido acreditado no pagas por el servicio específico, pagas por la institución que lo acreditó, los cursos que tomó, pagas por todo menos por el servicio mismo y así terminas pagando, en vez de $150… tal vez $1500.

No es malo, la academia tiene sus fundamentos mucho más antiguos que la institución que la maneja, pero es cierto… el tener un título no te hace más o mejor (…)
Eso, en palabras algo tergiversadas y bastante reducidas, es lo que comentó Tite, después de 22 años de ser pasante ahora se puede decir que es arquitecto (titulado, porque ser arquitecto, creo yo que lleva bastante de serlo).

La paradoja es que a pesar de criticar a la institución y la acreditación… es muy feliz dando clases.

No he tenido la fortuna, y no creo tenerla debido al taller donde imparte clases, de tomar asesorías de proyectos con él.

Todo este comentario es en relación a que, indirectamente, sus ideas me provocaron esa sensación que no tenía desde que tomé clases con el Arq. Fernando Javier Flores Nájera; deseo de hacer algo a través de la arquitectura y el diseño.

Supongo que este deseo que crece poco a poco es lo que he escuchado este año hasta el hartazgo: pasión

Esa pasión que se necesita para hacer las cosas y hacerlas con ganas.

Sé que esto ya suena muy… emotivo. Pero es precisamente de lo que trata este blog, de las causas y el proceso que lleva a la creación de espacios, esa teoría laxa y emocional que complementa a la otra rigurosa y científica.
Lo último podría ser un tema interesante a tratar, las causas sociales, culturales y también las personales que provocan ese proceso de diseño. No todo es el proceso pragmático del diseño de espacios funcionales y habitables… En esta época creo que es mayor la necesidad de espacios personales, con rostros que dialoguen (hay, cómo me gusta esta expresión y la forma en que la usan en arquitectura) con esta sociedad neoposmoderna (o como quiera que le llamen en un futuro) y la llamen a tomarlos como propios.

¿Cómo lograrlo? Ese es el principal motor, saber cómo lograrlo.

La época del purismo y la seriedad ha terminado hace ya mucho tiempo, es la época del eclecticismo cultural y su mayor expresión es la individualidad social, el culto al ego y la forma en que éste produzca competencias sanas (en un punto llegará, si no es que ya lo hizo, a ser algo viciado como en su momento lo fue la modernidad) y genere productos intelectuales, materiales, sociales y científicos que estén en constante mejora.

¿Quedarse con lo que en un momento ya funcionó? ¿Vivir con la seguridad del paradigma? Es imposible para mí… Creo que en ello radica el nuevo motor de mi desarrollo —no deseo llamarle profesional, todo debe ser personal para que se mantenga en constante movimiento—; supongo que esto es algo que podría decirle al Arq. Alfonso Nápoles acerca de lo que es para mí esa pasión que me hace estar en donde estoy… Sería bueno, así dejaría de pensar que las cosas fueron por la carretilla.

Huesos...


Ni tiene forma de huesos